Valderejo – Obarenes 2025: algo más que una marcha
Hay eventos deportivos que van más allá de la competición, del cronómetro y de los kilómetros recorridos. Hay marchas que se sienten, se viven y se recuerdan no sólo por la belleza de su recorrido, sino por el calor humano que las envuelve. La Vuelta a Valderejo y Montes Obarenes ha sido uno de esos encuentros que dejan huella.
Desde el primer momento, se respiró algo especial. Desde primera hora de la mañana, siendo aún de noche, se podía oir el piar de los pájaros junto con el murmullo de los ciclistas preparando sus bicicletas, los abrazos entre quienes se reencontraban año tras año, las sonrisas cómplices de los que debutaban…
En esta marcha, la bicicleta ha sido sólo una excusa para compartir, para colaborar, para sumar esfuerzos en una experiencia inolvidable.
Un recorrido más allá de los paisajes
El entorno, claro está, es un regalo para los sentidos. Rodar entre los valles y montañas de Valderejo y Montes Obarenes es un privilegio. Pero lo que realmente une a esta comunidad sobre ruedas es el espíritu con el que se pedalea. No importa si alguien se queda rezagado o si la cuesta parece eterna: siempre hay una mano amiga, una palabra de ánimo, una palmada en la espalda.
El compañerismo se hizo palpable en cada curva. Los grupos se formaban de manera espontánea, las averías se convertían en oportunidades para ayudar, y el esfuerzo era una causa común. Aquí, nadie se quedó atrás, porque todos entendieron que lo importante no es llegar primero, sino llegar juntos.
Un recordatorio de lo frágil que es la aventura

Sin embargo, no todo fue alegría en esta edición. Tras coronar el exigente puerto de El Raso, uno de los participantes sufrió un accidente que le obligó a ser atendido por los servicios médicos y le hizo abandonar. Desde la organización queremos expresar nuestro más sincero deseo de una pronta y completa recuperación.
Su caída nos recordó que, aunque la bicicleta es pasión y libertad, también requiere de cuidado, atención y, sobre todo, apoyo mutuo. Y una vez más, fue precisamente la solidaridad entre ciclistas y voluntarios la que demostró la verdadera esencia de esta marcha.
Detrás de la marcha: el alma del evento
Nada de esto sería posible sin el trabajo incansable de los voluntarios. Desde los que madrugan para señalizar los cruces, hasta quienes preparan los avituallamientos con mimo y cariño, todos formaron parte del engranaje invisible que hizo que esta jornada fluyese con armonía.

Su implicación fue mucho más allá del deber: se notó en cada detalle, en cada gesto amable, en cada palabra de aliento. Fueron quienes aseguraron y consiguieron que todo funcionase, pero también quienes contagiaron su entusiasmo e hicieron que los participantes se sintiesen parte de algo grande. Ellos también son ciclistas, aunque muchos no llevasen casco ese día.
Una marcha que se queda en el corazón
La Vuelta a los parques Naturales de Valderejo y Montes Obarenes no ha sido sólo una marcha ciclista: ha sido una celebración del esfuerzo colectivo, de la simpatía que une a desconocidos, de la generosidad que ha convertido un evento deportivo en una auténtica experiencia humana.
En tiempos en los que a menudo se valora más la velocidad que el trayecto, esta marcha nos ha recordado que lo importante no es cuánto tardamos en llegar, sino con quién y cómo lo hacemos. Y en eso, creo que desde la organización hemos conseguido crear un ejemplo que inspira.
Así que, gracias. A los que han pedaleado con fuerza, a los que han empujado con el alma desde fuera. A quienes han hecho que esta marcha no solo se recorra, sino que se viva. Porque en cada edición, entre valles, sendas y sonrisas, volvemos a descubrir lo que significa pedalear juntos.
